Hablar de paz significa hacer alusión a uno de los más grandes anhelos humanos; la mayoría de las personas desean disfrutar una vida pacífica, entendiendo este concepto como una construcción personal y colectiva que conduce al equilibrio y bienestar personal, condición que a su vez configura una sociedad libre de violencia. “La paz supone una disposición para el diálogo, la comunicación, la cooperación, la disciplina, el autocontrol, la habilidad para seguir las reglas y regulaciones, la capacidad para el entendimiento, la promoción para la tolerancia y la práctica de la no violencia.” (Ávila y Paredes, 2010, p. 161).
El acelerado ritmo de vida actual, nos empuja a través de una realidad impregnada de violencia y agresividad; la cual, no solo hemos sido incapaces de frenar, sino que la hemos alimentado e impulsado de diversas maneras; cuando nos dejamos llevar por la intolerancia y el prejuicio, cuando simplemente optamos por la indiferencia y abandonamos la idea de trabajar por un entorno mejor, cuando dejamos de lado los valores fundamentales del ser humano… Sin embargo, no debemos permitir que la inercia nos arrastre al abandono de lo que es auténticamente humano.
Hemos de convencernos de que, aunque no sea posible cambiar las cosas de golpe, desde su raíz y en su totalidad, sí podemos colaborar en el esfuerzo por hacer que la sociedad sea humanamente más sana en el ámbito de nuestra influencia. Todos somos capaces de hacer algo, positivo o negativo, en la humanización de las personas y de las relaciones sociales. (Zurbano, 1998, p. 20).
Es preciso resaltar que la construcción de una cultura de paz depende de nosotros, vale la pena hacer una pausa en medio de las exigencias de la rutina diaria y mirar por un momento el entorno, observar la propia familia, a nuestros niños y las relaciones que estamos construyendo, ir al origen; “[…] cuando un niño nace desconoce los roles, las normas, las pautas y los valores morales y sociales de su comunidad, los agentes educativos nos convertimos en facilitadores de experiencias y relaciones que facilitan su progresiva madurez social.” (AMEI, 2007, p. 12).
Una manera de convertirnos en constructores del futuro que anhelamos, es generando experiencias de paz para nuestros niños en todos los ámbitos que se desenvuelven, ya que “La paz se debe interiorizar culturalmente. Es un proceso lento, supone un cambio de mentalidad individual y colectiva. Es necesario reflexionar sobre cómo construirla desde distintos ámbitos […]” (UNESCO, 2008, p. 7).
Referencias bibliográficas
- Asociación Mundial de Educadores Infantiles. (2007). Educando la personalidad del niño y sus valores: fin primordial de la educación en la primera infancia. Simposium Interamericano. España-México: Autor.
- Ávila, M. y Paredes, I. (2010). Educar para la paz desde la educación inicial. Omina, 16 (1), 159-179.
- Organización de las Naciones Unidas, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). (2008). Educación para la paz, la convivencia democrática y los derechos humanos. Costa Rica: Autor.
- Zurbano, J. L. (1998). Educación para la paz. Bases de una educación para la paz y la convivencia. Pamplona: Gráficas Ona.