La curiosidad innata de los niños es el valioso motor que los mueve a explorar con atención plena todo aquello con lo que tropiezan, lo que aparece en su camino. Los paisajes naturales ofrecen una gran variedad de atracciones a estos pequeños exploradores que pueden contemplar con asombro: cuando una catarina con sus colores intensos camina por una hoja, o las ondas que se producen cuando lanzan una pequeña piedra a un charco o a un lago, los largos momentos que pueden pasar jugando con la arena de la playa y cualquier objeto a su alcance para llenarlo con este interesante material, y  que decir de la alegría que aparece en su rostro cuando aparece el arcoíris con todo su esplendor.

“En todas las cosas de la naturaleza hay algo maravilloso”

Aristóteles.

Sus sentidos se encuentran abiertos y listos para ser llenados con todos esos estímulos que la naturaleza les ofrece: olores, colores, texturas, tamaños, ruidos; nadie como ellos para apreciar y valorar esas experiencias que muchos hemos pasado por alto o que la prisa de la vida ya no nos permite detenernos a admirar.

Los niños descubren cosas nuevas cada vez que interactúan con espacios variados, con animales diferentes; nutramos esa curiosidad e imaginación y disfrutemos con ellos cada vez más tiempos de convivencia en espacios naturales que a todos nos inspiren y nos permitan hacer un alto para apreciar lo que existe.

Los niños en contacto con la naturaleza:

  • Utilizan todos sus sentidos y cada día serán más observadores de las cualidades y características de los objetos.
  • Pueden moverse en libertad en espacios donde correr, brincar, trepar, gatear, tocar les abre posibilidades de mejorar su integración corporal y también su equilibrio.
  • Disminuyen las posibilidades de padecer estrés, ansiedad o depresión.
  • Desarrollan una mente alerta, una agudeza sensorial que les permitirá estar más abiertos a aprender.
  • Mejoran su estado de ánimo y manifiestan buen humor, pues este contacto hace que su cuerpo genere oxitócina y endorfinas, que son las hormonas encargadas de producir la felicidad.

Manos a la obra

  • Planea salidas para dar un paseo en el parque, algún bosque, campo o en el mar.
  • Establece una zona segura para que pueda explorar sin dañarse.
  • Déjalo que interactúe por los alrededores en tu compañía.
  • Permítele que se mueva con libertad y si lo desea que pueda estar descalzo.
  • Muestra alegría y satisfacción de tu parte al contactar con la naturaleza.
  • Jueguen, salten, corran, brinquen juntos.
  • Propón otras actividades como: leer un cuento, dibujar, jugar a las escondidas

 


Referencias:
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