El juego es el medio en el que los niños se desarrollan de manera armónica, ya que es una actividad espontánea y disfrutable que surge desde el nacimiento y es fundamental en su vida. En el juego los niños pueden experimentar y manifestar abiertamente sus emociones y aprender a gestionarlas. Las emociones forman parte de nuestra vida diaria, sin embargo, en ocasiones no es tan sencillo reconocerlas, describirlas y expresarlas.
El juego es esencial para los niños, ya que les permitirá alcanzar habilidades que favorecerán la comprensión del mundo que los rodea, pero sobre todo de su mundo interior, para así poderse relacionar con los demás de una mejor manera; es a través del juego que los niños pequeños experimentan emociones como el temor, la sorpresa, la alegría, incluso la tristeza y el enojo sin correr riesgos, porque es como si fuera real, pero no lo es.
El juego libre aporta grandes beneficios para que los niños experimenten acciones de la vida cotidiana, y también en el que podrán plasmar sus sueños e ilusiones.
Algunas características, que lo hacen único y valioso:
- Divertido: se realiza por placer y no por obligación.
- Sin metas: no tiene un fin particular para que se lleve a cabo.
- Espontáneo: se da de manera natural, en cualquier momento y circunstancia.
- Activo: implica una participación dinámica por parte de los participantes.
- Conecta: genera conexiones neuronales relacionadas con la creatividad, aprendizaje y expresión emocional, entro otras.
El juego estimula múltiples sinapsis que ocurren entre las neuronas, en el cerebro de los niños; éstas serán fuertes o débiles según la calidad y cantidad de experiencias y momentos de juego que puedan tener en su vida, por lo que se recomienda destinar momentos valiosos para que esta acción suceda.
También por medio del juego pueden procesar eventos de su vida diaria, encontrar formas de solucionar conflicto, aprender distintos valores según el juego que realicen, generar aprendizajes significativos, ya que los niños pueden aprender por ensayo y error sin temor a equivocarse o ser juzgados. Todo esto ocurre en un plano libre de juicios y sin expectativas.
Algunas ideas que puedes poner en práctica:
- Tiempo de interacción: permite el contacto con peluches, juguetes o materiales que el niño decida; acompáñalo y participa únicamente si él te lo pide; puedes realizar preguntas para saber cómo se siente, al momento de estar jugando.
- Momentos de exploración: facilita la relación con su entorno por medio de sus sentidos para que descubra texturas, colores, formas, tamaños.
- Lugares divertidos: crea un espacio seguro en el cual puedan tirarse al suelo, esconderse, levantarse y reencontrarse. También pueden desplazarse, creando túneles o estructuras, utilizando cajas, telas, mesas, etc.
- Encuéntrame: juega a desaparecer detrás de una manta y vuelve a aparecer. A medida que crezca el niño puedes ocultar momentáneamente algún objeto que sea de su interés y nuevamente aparecerlo.
- Termómetro de emociones: ten a la mano un recurso visual, que apoyándose de imágenes, ilustraciones o emoticones refleje distintas intensidades emocionales, para que puedan recurrir a él y señalar o elegir la que sienta en ese momento.
Recuerda que como adulto responsable y en caso de ser necesario puedes brindarle al niño pautas para que poco a poco vaya regulando mejor sus manifestaciones emocionales.
“Los niños necesitan la libertad y el tiempo para jugar.
Jugar no es un lujo, es una necesidad”
-Kay Redfield Jamison.