Como adultos, al estar a cargo de niños pequeños, pueden surgir retos importantes, al momento de experimentar conductas no esperadas de su parte, no saber cómo responder ante ciertas situaciones, o incluso, dificultad para gestionar las emociones que surgen en nosotros.
Durante algún tiempo crecimos con la creencia de que los niños con sus reacciones o comportamientos eran responsables de hacernos sentir abrumados, frustrados e incluso enojados. Era común utilizar frases como: “me hiciste enojar”, “ya no sé qué hacer para que dejes de llorar”, “si no te portas bien me voy a poner triste”. Sin embargo, los mensajes que transmitimos a los niños con estas frases son entre otros, que nuestra estabilidad y bienestar dependen de su comportamiento, ocasionando con esto que empiecen a surgir sentimientos de culpa, vergüenza e insuficiencia, lejos de asumir una responsabilidad por su comportamiento como sería nuestra expectativa.
Cuando un niño asume que es culpable de la estabilidad de su cuidador le estamos adjudicando una carga que no puede resolver. La inquietud que surge tras cometer una acción que se sabe inadecuada o que hiere a otros; puede llegar a ser una emoción intensa, paralizante e incluso dañina; llevando al niño paulatinamente a una inseguridad difícil de erradicar y que puede perdurar a lo largo de su vida, reflejándose en una baja autoestima.
Niños y adultos vivimos situaciones diversas, que nos llevan a experimentar emociones placenteras o displacenteras como una forma de enfrentar la realidad. Por lo tanto, un aprendizaje importante que necesitaríamos incorporar en nuestra conciencia: es qué hacer con las emociones de los niños que se traducen en comportamientos inadecuados y qué hacer con nuestras emociones para responder de manera asertiva a los niños, y así evitar fragmentar las relaciones o causar daño.
Para abordar estas preguntas consideraremos tres premisas importantes:
- Los adultos por jerarquía estamos a cargo de los niños y somos responsables de acompañarlos de manera cercana a vivir sus emociones.
- Somos el modelo de gestión emocional para ellos, si nos enganchamos y respondemos de manera impulsiva o agresiva no estamos cumpliendo con esta tarea educativa.
- Para tener salud emocional, todas las emociones necesitan ser expresadas. Es importante encontrar canales adecuados para hacerlo sin dañarse a uno mismo o a los demás.
Qué necesitas hacer con tus emociones como adulto para no culpar al niño:
- Date la oportunidad de sentirlas, reconoce las sensaciones en tu cuerpo y permítete contactar con ellas por unos minutos.
- Reconoce lo que estás sintiendo, dale un nombre, eso te ayudará a empezar a hacerlas conscientes y será más fácil con el tiempo gestionarlas.
- Acepta tu emoción y evita hacer juicios con relación a ella. Todas son válidas.
- Compártelas con alguien de confianza: un adulto cercano, un guía espiritual, un terapeuta, tu pareja o quien tú consideres. El niño no es la persona indicada para hacerse cargo de tus emociones, aunque pareciera que él las provocó.
- Cuando no encuentres una persona que te escuche, considera recursos que pueden ayudarte a canalizar lo que sientes para evitar dañar a los niños: escribe, sal a gritar, pégale a un balón, baila, pinta, corre. Encuentra la forma que más te acomode para expresarte.
- Maneja adecuadamente el estrés para poder responder con tranquilidad a las necesidades de los niños.
Qué necesita un niño de ti, con relación a sus emociones:
- Saber que hay un espacio para expresarse sin temor a sentirse juzgado, invalidado o separado de las personas importantes de su vida cuando lo hace.
- Sentirse escuchado y comprendido con relación a todas las emociones que experimenta en diferentes ámbitos.
- Ser apoyado para reconocer lo que siente y poder nombrarlo, de esa manera poco a poco podrá gestionar sus emociones por sí mismo.
- Descubrir contigo formas creativas, originales y personales para canalizar sus emociones sintiéndose un ser único.
- Encontrar aceptación incondicional y acompañamiento, aún en situaciones en las que las emociones desbordan su comportamiento.
- Paulatinamente comprender que sus emociones no tienen que ver con las tuyas y que tú eres responsable de lo que a ti te pasa.
Seguir estas pautas te ayudará a mantener relaciones saludables con los niños que cuidas, favoreciendo su educación emocional y también la tuya.
“Detrás de un comportamiento inadecuado,
hay una emoción que necesita ser expresada”.