“[…] el proceso de duelo se realiza siempre que tiene lugar una pérdida significativa, siempre que se pierde algo que tiene valor, real o simbólico, consciente o no para quien lo pierde.”
(Cabodevilla, 2007, p. 164)

Cuando los niños se encuentran frente a una pérdida, los adultos tratamos de alejarlos de esa experiencia, obedeciendo a la necesidad de brindarles protección; pensamos que al evitar el dolor y la tristeza estamos cuidando sus sentimientos. Sin embargo, el proceso emocional que se desencadena ante una pérdida significativa ya sea de una circunstancia, un objeto o una persona conduce naturalmente a una situación personal de duelo, y forma parte de la vida de todos los seres humanos, además lejos de causar daño, es la manera de restablecer el equilibrio emocional cuando se ha sufrido una pérdida.

A lo largo de la vida se enfrentan diferentes pérdidas, algunas son más significativas que otras, pero todas, aunque representen momentos de sufrimiento, cumplen con una función importante en el proceso de adaptación humana; cada una ofrece la oportunidad de crecer y madurar. Por ello es importante permitir que los niños vivan sus duelos uno a uno, sin intentar reprimir ese dolor.

La muerte de una persona significativa es una de las experiencias más dolorosas y tristes que se pueden sentir a cualquier edad. Se sabe que durante los primeros meses de vida el bebé no tiene conciencia del concepto de muerte pero, aunque los niños sean muy pequeños tienen la capacidad de percibir la separación de las personas significativas para ellos “[…] entre los seis y ocho meses, los niños desarrollan lo que se conoce como “noción de permanencia de objeto”, es decir, los bebés son capaces de sentir la ausencia de la persona con la que han establecido un vínculo fuerte, de esta manera la persona permanece en su recuerdo aunque no esté presente.” (Cid, 2011, p.90).

Los bebés menores de dos años captan también las emociones de tristeza y dolor a su alrededor, por eso necesitan una figura de referencia que les proporcione afecto y atención de la manera más estable posible. Los cambios drásticos pueden causarles inseguridad, irritabilidad, inquietud, sueño y apetito irregulares. “A esta edad, la muerte equivale a la separación en un sentido concreto, desde la percepción de que falta algo o alguien.” (Apraiz, 2006, p. 10). Lo más importante es brindar al niño un ambiente tranquilo, donde pueda sentirse amado y confiado.

Cuando los niños son un poco más grandes quizá preguntarán qué sucede, tal vez buscarán a la persona fallecida y estarán esperando que regrese. Es importante hablar siempre con la verdad respecto a la muerte y explicarles de manera sencilla y clara lo que ha pasado; los niños necesitan comprender lo que perciben. “Es mejor pues decir que ha muerto, que usar expresiones como “se ha ido”, “lo hemos perdido”, “ha desaparecido”, “se ha quedado dormido para siempre” (pueden temer no poder despertar),”Dios se lo ha llevado”… Estas expresiones pueden alimentar su miedo a morir o ser abandonados, y crear ansiedad y confusión.” (Apraiz, 2006, p. 11).

Despedirse de los serer libremente lo que están viviendo; también es positivo recurrir a la lectura de cuentos, pues estos reflejan las situaciones y las emociones de forma sensible. Recordemos que decir adiós es el primer paso para reconocer y aceptar una pérdida.

s queridos es muy importante para los niños, ya que de esta forma inician un proceso de duelo saludable. Una herramienta de expresión para ellos es la creación artística, a través del dibujo o la pintura los niños pueden conectarse con sus emociones y comunicar lo que hay en su interior. Otro recurso para apoyarlos durante este proceso es el juego, a través del cual pueden representa

La mejor manera en que un adulto puede apoyar los procesos de duelo de los niños es procurando ser una compañía estable, amorosa, honesta y congruente; ser alguien que escuche generosamente y pueda ayudarles a resolver sus dudas, sus temores y reconfortar su estado emocional.

 


Referencias bibliográficas

  • Apraiz, I. (2006). El Duelo, Cómo ayudar a los niños/as a afrontarlo. España: Escuela Vasco Navarra.
  • Cabodevilla, I. (2007). Las pérdidas y sus duelos. Anales Sis San Navarra. 30 (3) 163-176.
  • Castillo, L., García, S., Martínez, S.,Meza, E., Sauri, S. y Torres, A. (2008). El proceso de duelo. Un mecanismo humano para el manejo de las pérdidas emocionales. Revista de especialidades Médico-Quirúrgicas. 13 (1) 28-31.
  • Cid, L. (2011). Explícame que ha pasado. Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños. España: Fundación Mario Losantos del Campo.
  • Lacasta, A. y Ordoñez, A. (s. f.). El duelo en los niños (La pérdida del padre/madre). Madrid, España: Hospital Universitario La Paz.
  • Marquina, M., Oviedo, S. y Parra, F. (2009). La muerte y el duelo. Enfermería global. 8 (1) 1-9.