Nuestros sentidos nos permiten estar en contacto con el mundo que nos rodea y percibir todo tipo de información. Si tratamos de hacer conciencia de cada uno de los estímulos que somos capaces de recibir en un solo instante, quizá resulte abrumador. Sin embargo, nuestro cerebro es capaz de seleccionar los necesarios para nuestra supervivencia y bienestar.
Esa habilidad tan fina que permite filtrar información del exterior es un recurso intelectual vital para el ser humano, y se define como atención; hace referencia a la capacidad de mantener voluntariamente el interés en una actividad específica seleccionando lo importante de una gama de estímulos (García, 2008). Se dice que es el paso previo y fundamental para el aprendizaje y la memoria, ya que, por medio de ésta somos capaces de concentrarnos en una porción de experiencia mientras ignoramos otros elementos menos importantes.
La atención comienza a desarrollarse desde que nuestros sentidos están listos para percibir los estímulos del exterior. Así desde muy temprana edad el bebé se interesa en los objetos, en su propio cuerpo, las voces, la luz, los colores, las sensaciones al tacto e incluso los aromas. Es importante considerar que los niños se encuentran en un intenso proceso de maduración neurológica y por tanto sus periodos de atención están sujetos a su propio ritmo de desarrollo y a la estimulación oportuna que se les brinde.
Con apenas unos meses de edad, se observa que los niños suelen mostrar interés en un objeto particular durante algún tiempo. Si retiramos los objetos de su interés demasiado pronto o le ofrecemos muchos juguetes al mismo tiempo, estamos promoviendo que su atención no logre concretarse en una experiencia específica. Ellos necesitan reconocer los objetos y contar con el tiempo suficiente para explorar su entorno; de esta manera sus periodos de atención serán continuos y eficientes, lo que significa construir estructuras atencionales firmes.
Con el paso del tiempo la capacidad atencional va madurando, se fortalece y se diversifica para satisfacer cada una de las necesidades que el reto de crecer impone. “Atender no es sólo un proceso biológico, sino que también es una conducta psicológica voluntaria, regulada por variables internas del individuo así como por factores externos” (Ostrosky, 2004). Los adultos podemos ofrecer a nuestros niños espacios estimulantes y respetuosos que les permitan alcanzar una madurez óptima, fortalecer sus habilidades intelectuales, psicológicas y sociales a su propio ritmo y lograr establecer bases solidas para un futuro pleno.
Referencias Bibliográficas
- Smith, E. (2011). Procesos cognitivos. Modelos y bases neuronales. España: Pearson Prentice Hall.
- Ostrosky, F. (2004). ¿Problemas de atención? México: Manual Moderno.
- García, J.L. (2008). Fundamentos del aprendizaje. México: Editorial Trillas.