En la primera infancia la observación es una de las formas vitales para que los niños aprendan. Algunos expertos mencionan que lo que hacen los adultos significativos o cercanos al niño es tan o más importante que lo que les dicen. Si bien la palabra tiene un gran poder para la construcción del pensamiento, el ejemplo es el pilar que sostiene el desarrollo de los niños.
Son las neuronas espejo, las encargadas de imitar acciones que de manera inconsciente llaman nuestra atención. Están presentes cuando el bebé imita expresiones faciales o gestos de su madre, como: sacar la lengua, sonreír, bostezar o saludar moviendo la mano.
Los niños desde pequeños imitan a los adultos con quienes se sienten apegados y manifiestan curiosidad e interés por aprender cuando se encuentran en un contexto favorecedor, en el cual ellos se sientan amados, valorados y protegidos.
Si queremos que los niños aprendan hábitos saludables podemos utilizar las neuronas espejo a nuestro favor, realizando nosotros las acciones que queremos que logren: lavarse los dientes, las manos, dormirse temprano, bañarse, comer sano, etc.
Hasta hace poco tiempo, estas células únicamente se vinculaban con actividades motoras, sin embargo, se ha descubierto su implicación en otras funciones o competencias de carácter social e incluso emocional, como lo es la posibilidad de ser empáticos y conectar con las experiencias emocionales de otra persona. Ya que se encuentran ubicadas en diferentes partes del cerebro humano. No se trata solo de comprender la conducta de los demás, sino de entender cómo se sienten.
Pautas para activar las neuronas espejo:
- Mantén contacto visual con el niño al hablarle o darle una instrucción. Utiliza una forma amable al dirigirte a él.
- Sé receptivo al lenguaje verbal y corporal del niño. Escucha para comprender, no solo para responder.
- Acompaña tu expresión verbal con gestos y movimientos que reafirmen lo que dices.
- Sé congruente entre lo que dices y haces, eres un modelo para seguir.
- Ayúdalo a reconocer sus emociones y expresarlas en formas que no dañen a otros o a sí mismo. Valida todo lo que siente.
Los niños necesitan adultos responsables que los atiendan con afecto y comprensión, que dediquen tiempo para mirarlos, escucharlos, acompañarlos, guiarlos y compartir todas las experiencias de su vida. Que les permitan equivocarse y aprender tanto de sus errores como de sus aciertos.
“Entre más neuronas espejo tengamos en nuestro cerebro, mejor entenderemos las acciones y emociones
que siente otra persona”