Durante los primeros años de vida los niños necesitan sentirse protegidos, atendidos y amados por sus padres. Los cuidados que reciben pueden ser adecuados y oportunos o ser excesivos, lo cual resulta en lo que llamamos sobreprotección. Según algunos estudios las razones que posibilitan su surgimiento son: la dificultad que tuvo la pareja para tener un hijo, cuando el niño presenta alguna discapacidad, enfermedad, es hijo único o el primero.
La sobreprotección es “el estilo de crianza que es demasiado restrictivo cuando se trata de proteger al niño de posibles daños o riesgos” (Edwars, 2008) y puede llevar al niño a mantener una actitud de inseguridad, dándole la sensación de peligro al intentar aventurarse a explorar y conocer su entorno; limitando así su aprendizaje de forma natural.
¿Cómo saber si estoy sobreprotegiendo a mi hijo?
- Respondo y actúo por él.
- Le digo qué hacer y cómo hacerlo.
- Resuelvo las dificultades que se le presentan.
- Utilizo el miedo para protegerlo (si te alejas de mi te pueden robar).
- Ignoro o justifico su comportamiento inadecuado.
- Interfiero en su autonomía (ponerle la pijama cuando quiere hacerlo por sí solo).
- Evito que lleve a cabo sus responsabilidades como recoger sus juguetes.
- Lo consiento constantemente comprándole algo cada vez que me lo pide.
El niño que crece sobreprotegido puede:
- Ser demandante.
- No mostrar iniciativa.
- Mostrarse irritable y con poca tolerancia a la frustración.
- Ser menos autónomo en comparación a otros niños de su misma edad.
- Manifestar dificultad para adaptarse a situaciones nuevas.
- Retrasar el desarrollo de su lenguaje por no esforzarse en ser comprendido.
- Mostrar inseguridad o temor afectando su autoestima.