Los padres desde antes de conocer a nuestro hijo ya deseamos saber todo sobre él, cómo serán sus ojos, su cabello, su piel, su voz… pensamos en sus rasgos físicos, cómo será su personalidad, sus gustos, sus juegos. Todos esos anhelos e ilusiones son importantes, forman parte de la concepción y significa que se está otorgando un lugar especial en el corazón de la familia a ese bebé que viene en camino.

Algunos padres van más allá y no sólo  se preguntan ¿cómo va a ser mi hijo?, sino que tienen una idea exacta de lo que les gustaría ver, quizá los ojos azules del abuelo, la destreza matemática de mamá, el carácter alegre de papá, es decir, han formado expectativas bien trazadas sobre el niño, incluso de los logros que tendría que  alcanzar, las actitudes que necesita mostrar y las habilidades que desarrollará.

Tener expectativas acerca de los hijos no es un asunto negativo siempre y cuando no olvidemos que cada niño tiene sus propias características, cualidades y capacidades. Cuando perdemos de vista que cada ser humano es diferente y pretendemos colocar metas en una vida que no nos es propia el camino puede ser doloroso y complicado tanto para padres como para hijos. Si las expectativas de los padres se alejan de la realidad del niño se corre el riesgo de que se convierta en una persona con sentimientos de insuficiencia, insatisfacción e inseguridad al no poder alcanzar los objetivos de sus padres ni poder cubrir lo que se esperaba de él.

“Cuanto más nos concentremos en producir el resultado que deseamos para nuestro hijo, menos oportunidad tendrá él de auténticamente elegir ese resultado para sí mismo. Cuanto más se convierta tu hijo en tu meta, menos espacio tendrá para descubrir su propia meta.” (Runkel, 2013, p. 61).

Por ello, antes de hablar sobre lo que queremos de nuestro hijo es necesario establecer un vínculo afectivo suficientemente profundo con él, el cual nos permita satisfacer sus necesidades de forma amorosa, impulsar su desarrollo respetuosamente, apreciar sus virtudes así como reconocer sus fortalezas. Contar con un vínculo afectivo seguro con tu hijo te permite crear expectativas equilibradas y positivas que manifiesten respeto a sus características individuales; que no amenacen la relación sino que le brinden espacio suficiente para explorar, aprender y cometer errores sin ser juzgado o etiquetado; en pocas palabras la clave es hacerle saber que lo quieres tal como es.

 

Para construir expectativas equilibradas recuerda lo importante:

  1. Conoce a tu hijo: lo que le interesa, lo que siente, lo que ama.
  2. Acéptalo de manera incondicional; aun cuando no haga lo que esperas.
  3. Confía en sus capacidades y descubre sus talentos.
  4. Permítele experimentar y equivocarse, es el principio del aprendizaje.
  5. Mantén una cercanía constante tanto física como emocional.

“El amor incondicional y la aceptación es el mejor regalo que le puedes otorgar a otros.”
Brian Tracy

 

Referencias

Faber, A. y Mazlish, E. (2011). Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México: Editorial Diana.

Runkel, H. (2013). Paternidad libre de gritos. . México: Trillas.