Japón es un buen país para la salud de los menores. Datos del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar indican que 1.761 bebés menores de un año fallecieron entre todos los niños nacidos en 2017, lo que se traduce en una tasa de mortalidad infantil de 1,9 por cada 1.000 nacidos vivos, igualando la tasa de 2015, la más baja registrada en la historia. Asimismo, la tasa de mortalidad neonatal entre los bebés de hasta cuatro semanas fue de 0,9 por cada 1.000 nacidos vivos. Ambas cifras están entre las más bajas del mundo.

En 1947, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la tasa de mortalidad infantil en Japón era de 76,7, una cifra relativamente alta en comparación con la de otros países. Entre finales de la década de 1950 y la década de 1960, no obstante, con una economía que se expandía a toda velocidad, las mejoras en la higiene y la nutrición favorecieron un descenso constante de la mortalidad infantil. La introducción del sistema del Boshi techō(Manual para la madre y el hijo) implantado en 1948 también contribuyó a este declive de la mortalidad.

Las mujeres reciben hoy el llamado Boshi kenkō techō (Manual de salud para la madre y el hijo) cuando se someten a un análisis médico durante el embarazo. Este libro incluye de forma clara información importante sobre qué precauciones debe tomar la madre durante el embarazo, a qué análisis debe someterse antes y después del parto y los tipos de vacunas que los bebés necesitan y su calendario de inoculación, así como un registro de los tratamientos médicos que ha recibido. Este sistema facilita la detección temprana de problemas relacionados con la salud de la madre y el niño, o con el desarrollo infantil. Gracias a esta información, los médicos pueden hacer diagnósticos más rápidos y certeros cuando una madre o un niño se somete a un análisis clínico.

El Manual de salud para la madre y el hijo se utiliza hoy en unos 40 países gracias a la actividad de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA) y organizaciones privadas.


Fuente: nippon.com