La etiqueta cólico del lactante se ha hecho en las últimas décadas especialmente famosa, algunos incluso dirían que viral, siendo quizá más visible en países del mundo desarrollado. Porque es posible que muchos de los factores culturales que caracterizan los modelos de crianza de los estados de bienestar puedan estar vinculados de forma directa o indirecta con esta etiqueta que algunos no dudan en afirmar que es un invento de nuestra sociedad.

Invento o no, los cólicos del lactante suponen un reto para muchas familias y para el sistema sanitario. Y no podemos quedarnos impasibles ante él reduciendo nuestra intervención a “tenga usted paciencia” o “esto es algo normal y ya pasará”, entre otras famosas y míticas frases. Además, suponen un coste familiar y sociosanitario que no es baladí (de poca importancia) y que nos obliga a reflexionar, como profesionales sanitarios ante situaciones como las siguientes:

  1. “Tras un parto muy largo que al final requirió instrumentación, nuestra niña, de 37 semanas, tenía muchas dificultades para mamar. El pediatra le diagnosticó el cólico a las dos semanas y nos dijo que estaba todo en orden y que no había problema de ningún tipo, pero la niña no dejaba de llorar desde las siete de la tarde hasta bien entrada la madrugada… era un calvario” (Fernando, papá de Sandra).
  2. “A Iván le cortaron el frenillo a los dos días porque no podía mamar bien y lleva con los cólicos desde que nació… pero ahora parece que ha vuelto a salir el frenillo o no sé qué pasa y la matrona me ha dicho que tengo que ponérmelo mucho al pecho, pero yo veo que el niño suelta el pezón y se pelea con la teta. La matrona me ha recomendado unos masajes, pero no parece que le hagan efecto y se pone muy nervioso cuando se los hago” (María, mamá de Iván).
  3. “El problema de mi niño es con la caca, desde muy pequeño ha estado estreñido, le cuesta la misma vida hacerla y yo no hago otra cosa que estimular el culete para conseguir que la haga,…al final, la hace, pero le supone mucho esfuerzo y se pasa horas apretando” (Carla, mamá de Luis).

Estas tres situaciones, como otras parecidas, pueden tener en común que los bebés estén diagnosticados de “cólico de lactante” por sus pediatras y, por tanto, tal y como se refleja en la mayoría de las Guías de Urgencias Pediátricas, son bebés que sufren “episodios de llanto de más de tres horas al día, durante al menos tres días en la misma semana”, siendo, por lo demás, niños sanos. Estos episodios se caracterizan por una irritabilidad excesiva, con llanto difícil de calmar, encogimiento de piernas y, con frecuencia, abdomen distendido, tenso y timpánico a la percusión. Se producen principalmente en las últimas horas del día y primeras de la madrugada. Se trata de un cuadro benigno y autolimitado que típicamente comienza a las dos semanas de vida y suele permanecer hasta los cuatro meses aproximadamente”, según el Manual de Urgencia Pediátrica. Ergón; Madrid, 2011.

La fisioterapia aplicada a los cólicos del lactante

Pues bien, los fisioterapeutas pediátricos estamos recibiendo cada vez más bebés diagnosticados con “cólico del lactante”, pero cada bebé presenta un perfil clínico diferenciado y, como profesionales sanitarios, tras valorar al bebé, realizaremos nuestro juicio clínico para identificar si el problema que el bebé presenta es susceptible de ser tratado desde la fisioterapia o no. En muchos casos abordamos los “cólicos” desde la fisioterapia porque observamos deformaciones a nivel craneal (como plagiocefalias congénitas o posturales, entre otras), inmadurez en el sistema muscular implicado en la succión/deglución, dificultades en la lengua o boca para realizar un agarre confortable y satisfactorio, frenillos sublinguales con o sin prescripción quirúrgica que dificultan la alimentación, tensión/distensión en el tejido abdominal, dolor e irritabilidad a la palpación abdominal, dificultades para gestionar los gases (tanto pedetes como eructos), tendencia al estreñimiento y dificultades para el manejo postural del bebé en las crisis de llanto, entre otros aspectos.

Pero, también puede ocurrir que tras nuestra valoración, decidamos derivar al bebé porque sospechemos que este cuadro de llanto puede situarse en otro contexto neuropediátrico o digestivo. Y es que, como profesionales sanitarios nuestra valoración es clave y nunca se debe poner a los bebés en manos de personas que no sean profesionales sanitarios para tratar los cólicos del lactante.

En función de nuestro diagnóstico, los fisioterapeutas decidimos qué procedimiento es el más indicado en cada caso, seleccionando desde la terapia manual (con diversos métodos y procedimientos), el masaje Infantil (que con fines terapéuticos siempre debemos realizar los fisioterapeutas), el estudio de la postura del bebé y su manejo, la estimulación temprana sensorial y postural para favorecer la alimentación, el descanso y el desarrollo óptimo o técnicas de reeducación orofacial (ejercicios para boca, lengua, paladar, etc.), observando cómo estos procedimientos disminuyen los cuadros de llanto en cuanto a cantidad y tipo. Y además, se mejora el descanso y el sueño, se favorece una conducta alimentaria más ergonómica y satisfactoria, se disminuye el malestar y la irritabilidad global y se regulariza el patrón de cacas y gases.

Pero además, los fisioterapeutas, no solo aplicamos técnicas sobre el bebé, sino que mucha veces identificamos problemas de salud que pueden afectar a la mamá o al papá y que son claves para el afrontamiento de los cuadros de llanto (por ejemplo, sobrecargas musculares, contracturas, tendinopatías, déficits en las técnicas de porteo, dolor articular, etc.) aportando recursos a las familias para poder afrontar de forma eficaz estas temidas crisis de llanto y conseguir mejorar globalmente el cuadro clínico del bebé.


Fuente: elpais.com