Los adultos no compartimos nuestras cosas más valiosas con facilidad. Al menos no con personas que no consideramos de máxima confianza. Sin embargo, a menudo se escucha en los parques comentarios de adultos dirigidos hacia niños animando a compartir sus juguetes o, lo que es peor, recriminando que no lo haga.
Se nos olvida que los niños no son conscientes de lo que significa “compartir” cuando son tan pequeños. Es un concepto que debemos trabajar con ellos, explicándoles que si deciden prestar algo a otro niño este no se irá con ello, sino que se lo devolverá cuando acabe de jugar.
También se nos olvida que los niños juegan y se relacionan con facilidad con sus semejantes, pero de eso a que los consideren amigos y, por lo tanto, personas de confianza y seguridad, va un trecho. Como te contamos, el concepto de la amistad profunda, ese vínculo tan potente que nos lleva, entre otras muchas cosas, a confiar y compartir sin recelo, tarda en desarrollarse.
Además, a esto se suman otros factores que invitan a no obligar a un niño a compartir sus cosas si no quiere hacerlo. Uno de ellos es fomentar su capacidad para decidir: tiene derecho a hacerlo y es importante que facilitemos que poco a poco tomen sus decisiones. Una cosa es que les expliquemos o expongamos nuestro punto de vista de una forma respetuosa y otra que les obliguemos a competir y les recriminemos que no lo hagan. Además, como el cariño o la predisposición a ayudar, por ejemplo, la generosidad no es un valor que se cultive desde la imposición.
¿Y qué podemos hacer?
La pregunta del millón es qué podemos hacer como adultos cuando nos encontremos con una situación en la que nuestro hijo quiere algo de otro niño que esté no está dispuesto a compartir o bien cuando sea nuestro peque el que no quiere que otro niño juegue con sus cosas.
Lo que podemos hacer es gestionar la situación, no tomar la decisión final en ella. En ningún caso debemos forzar a nuestro hijo para que comparta, sino mostrar empatía y aceptación. “Entiendo que no te apetece dejar tu juguete porque estás jugando con él o porque le tienes mucho cariño”. Pero puedes darle una alternativa o, más bien, pie a que entienda que dicho juguete va a volver a sus manos, que no se desprenderá de él para siempre al compartirlo.
Julia, experta en crianza respetuosa y divulgadora en @unamamaencalma, propone hasta tres alternativas diferentes: que les propongamos hacer turnos con ese juguete, que invitemos a nuestro hijo a prestar otro juguete que no está usando en ese momento o bien animarle, si le parece bien, a prestar el juguete cuando él (o ella) termine de jugar con el. “Compartir es una habilidad que se va adquiriendo con los años y la madurez”, asegura.
Trata de no intervenir
Otra opción es mediar ofreciendo a los peques que se intercambien un juguete o bien proponiéndoles jugar juntos si les apetece hacerlo. Puede ser con el juguete de la discordia —en este caso debe decidir si quiere jugar con el otro niño el dueño del juguete— o bien ofreciendo alguna alternativa distinta que les “cambie el tercio”.
Y en el caso de que sea otro niño el que no le quiere dejar un juguete a nuestro hijo, es bueno que le expliquemos la situación empatizando con ese otro pequeño, haciendo ver a nuestro hijo que en ese momento, por el motivo que sea, no puede prestarle ese juguete.
En cualquier caso, no es una situación sencilla de gestionar, pero no tenemos que pensar en que es incómoda cuando se da delante de otros adultos, en el parque, por ejemplo. Hay que gestionarla con naturalidad, siendo consecuentes con lo que nosotros hacemos como adultos, y sin los prejuicios que los adultos solemos atribuir a este tipo de situaciones.
Fuente: serpadres.es